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«120 pulsaciones por minuto» (120 battements par minute, Francia, 2017). Dirección: Robin Campillo. Guión: Robin Campillo y Phillip Mangeot. Protagonistas: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Adele Haenel, Antoine Reinartz, Félix Martiaud y Aloise Sauvage. Duración: 140 minutos.
«120 pulsaciones por minuto» es una película francesa, dirigida por Robin Campillo, que muestra la lucha del grupo ACT UP (Aids Coalition to Unleash Power) de París para luchar por los derechos de las personas infectadas con el virus del HIV a comienzos de la década del 90. De entre los numerosos premios que ganó, el que más se destaca es el «Gran Premio del Jurado» del Festival de Cannes, donde formó parte de la Competencia Oficial en el año 2017.
El elenco está encabezado por el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart y Arnaud Valois, como Seany Nathan, dos activistas que viven una historia de amor y funcionan como caso testigo, el primero sufriendo la enfermedad hasta las últimas consecuencias y el segundo como punto de vista para nosotros espectadores. Completan el elenco Adele Haenel, Antoine Reinartz, Félix Martiaud y Aloise Sauvage, entre otros, todos ellos interpretando a activistas que aportan sus opiniones para debatirlos en las reuniones donde se deciden las diversas actividades que se realizan con el objetivo común de conseguir legislaciones favorables para el tratamiento de la enfermedad que padecen.
Robin Campillo apuesta por una puesta en escena realista, donde la desprolijidad del montaje caótico cumple la función de mostrarnos la urgencia y la ansiedad que tienen estos jóvenes por seguir viviendo. Es por eso que su director recurre constantemente al recurso del montaje paralelo, alternando escenas en las que se muestran los debates llevados a cabo dentro de la organización como las acciones que van desde informar en las escuelas sobre las precauciones a tener en cuenta a hacer escraches en laboratorios arrojando sangre falsa en las paredes. Este montaje paralelo alcanza su clímax sobre el final, cuando vemos las imágenes del Sena teñido de rojo mientras oímos la respiración agonizante de Sean. Cabe destacar también el buen uso de la canción «Smalltown boys», de Bronki Beat, que suena primero en la escena de la discoteca donde sus protagonistas bailan, y después de oye de forma extradiegética, recordando a los espectadores que estos jóvenes vivieron tiempos mejores, y por lo tanto otorgándoles esperanza.
Aunque también le juega en contra la extensa duración de la película, que resultan anticlimáticos en los minutos finales, y que en esta búsqueda de realismo hay escenas demasiado explícitas que podrían haberse resuelto mejor mediante el uso del fuera de campo. También creo que son muy extensas las escenas de debate, y se explican demasiado las acciones que vemos en las escenas siguientes, quedando éstas demasiado cortas.
En conclusión «120 pulsaciones por minuto» es una película necesaria, porque muestra con crudeza los padecimientos físicos y las injusticias sociales que padecen al convertirse en víctimas de la discriminación, apelando así a nuestra misericordia. Y el resultado de esta lucha iniciada a finales de la década del ’80 de «La vida de Adele» (La vie d’Adele, Abdellatif Kechiche 2013), porque muestra que ésta valió la pena, aunque todavía quede mucho camino por recorrer.
PATRICIO FERRO